sábado, 27 de junio de 2009

Still walking

Hirokazu Kore-eda (Tokio, 1962) nos sorprendió hace unos años con la estupenda Nadie sabe (la historia de cuatro niños que sobreviven en un piso abandonados por la madre), ahora estrena esta película sobre la visita de un hijo y una hija (sus parejas y sus hijos, a su vez) a sus padres mayores para conmemorar, como todos los años, la muerte por accidente del tercer hermano. Gente normal, poesía de lo cotidiano, la historia transcurre durante ese día: la madre fríe maíz, el padre -médico jubilado- se refugia en su despacho, la comida familiar abundante y ruidosa, los niños de la hija parten una sandía a golpes, la madre pone un disco antiguo, el hijo oculta su situación laboral, la siesta, la visita al cementerio a poner flores, cómo organizarse para el baño y dormir... Y al fondo del barrio, el mar, con esas olas que vienen y van, metáfora de la vida que pasa, la preocupación por la avanzada edad de los padres. Toda la película es un retrato de los conflictos generacionales que perfectamente podrían traspasarse a otra familia en otro país, pero genuinamente japonesa en sus detalles (el respeto y distancia entre los miembros de la familia). Amor, renconres y secretos se pasean por las estancias de la casa, como el aroma de las verduras y la anguila que guisa la madre, los sabores del tiempo que se alejan sin piedad. Muy buena película, sencilla pero intensa.

viernes, 26 de junio de 2009

El primer día del resto de tu vida

Cinco días decisivos a lo largo de doce años de la vida de una familia francesa. Padre, madre, dos hijos y una hija. Una quinta parte de la película dedicada a cada uno de ellos (se muere el perro, un carné de conducir, acostarse por primera vez con un chico, independizarse, ir al médico, un concurso de imitadores de rock, casarse). Esos momentos, casi siempre inmortalizados por una foto, en los que la vida cambia para siempre, donde ya no somos los mismos. Rémi Bezançon (París, 1971) dirige su segunda película, que protagonizan Jacques Gamblin y Zabou Breitman y que obtuvo tres premios cesar del cine francés (actor y actriz revelación -dos de los hijos-, además del montaje). Película-río en la que los acontecimientos pasan factura tarde o temprano, en la que las canciones dejan huella -deliciosa banda sonora donde suenan Jannis Joplin, Lou Reed, David Bowie y termina con la canción que da título a la película, de Etienne Daho-. Niños que crecen, padres que envejecen, decisiones que derivan en consecuencias ineludibles. El tratamiento de los personajes es que son, a la vez, protagonistas y secundarios, dependiendo de lo que se esté contando. Película fresca, tierna, emocionante. ¡Ese final con la almohadilla que se va desinflando es poesía filmada!. Muy recomendable.

jueves, 25 de junio de 2009

Cervecería Restaurante Quevedo

Me encantan los bares populares, de barrio, de ambiente humano. En pleno barrio de las Letras, en la calle Lope de Vega, 17 (esquina Quevedo) -más letras imposible- se encuentra una cervecería muy animada que tiene tres ambientes. Primero, la barra, siempre llena de gente viendo fútbol, por lo visto es sede de un club y se reúnen allí para intercambiar opiniones. Luego un salón tipo mesón para tomar tapas y, después, un pequeño comedor para cenar tranquilamente un menú tradicional maravilloso y de buen precio. De primero tienes menestra de verdura (raciones muy abundantes), de segundo puedes pedir un cachopo de carne (para mí fue la bomba este descubrimiento: resulta que es un enorme doble filete de ternera empanada rellena de jamón y queso, acompañado de patatas fritas y pimientos verdes fritos, el precio es 10 euros). De postre tienes un flan de la casa que es una delicia. Te atienden muy bien, al pedir la bebida te acompañan una tapa que pueden ser croquetas o revuelto de gulas. Tienes que acabar esta historia con un chupito de hierbas y ahí viene la camarera con uno. Sales de allí que parece que no estás en Madrid. Conventos, callejuelas, portales, balcones y tapias. Erudito don Francisco: "Para conservar la salud y cobrarla si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso del beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y la más eficaz medicina".

miércoles, 24 de junio de 2009

Último viaje de Antonio Machado

El 28 de enero de 1939 el poeta Antonio Machado, su madre, su hermano José y su cuñada llegan en tren a Collioure, un pintoresco pueblo pesquero francés frecuentado en verano por artistas y bohemios y se instalan en el hotel Bougnol-Quintana, regentado por Pauline Quintana, simpatizante de la República española y siempre dispuesta a ayudar a los refugiados que llegan a su casa. Los cuatro llegan con lo puesto, sin dinero, con mala salud. Antonio sólo salió una vez del hotel para ver el mar. El 22 de febrero muere. Unos días depués su hermano encontró en un bolsillo de su abrigo un pequeño y arrugado trozo de papel con su último verso: "Estos días azules y este sol de la infancia". La madre moriría tres días después. Con estos elementos, Marco Canale ha escrito una obra que se representa ahora en el Teatro Muñoz Seca, con unas interpretaciones maravillosas de Francisco Vidal (el poeta) y Charo Soriano (la madre). Una historia de derrotados, de vencidos, de cansados. Atrás había quedado una vida también triste, la muerte de la joven Leonor, y una obra literaria intensa, íntima, de lenguaje sencillo pero con profunda alma. Dirige Ginés Sánchez este espectáculo de realismo mágico, de viaje privado a la memoria histórica.

lunes, 22 de junio de 2009

La caja de Pandora

Tres hermanos que no se ven mucho (y con unas vidas personales un tanto desastrosas) se reunen para buscar a su madre enferma de alzheimer que ha abandonado la casa de la aldea donde vive en las montañas para cuidarla en sus pisos del centro de Estambul. El contraste entre la vida urbana y la rural, el choque intergeneracional de una familia turca (una sociedad donde conviven la tradición y la modernidad) y el contemporáneo problema de cómo cuidar a una persona mayor se plantean en la cuarta película de la directora Yesim Ustaoglu (Kars, 1960). Un drama cotidiano sobre los enfrentamientos familiares, que salen a la luz como en el mito griego de Pandora: todos los males capaces de contaminar el mundo salvo, por cerrar la caja a tiempo, la esperanza. La película fue la ganadora del último festival de San Sebastián y también se llevó premio la maravillosa actriz Tsilla Chelton (francesa, vive en Bruselas y se hizo enormemente popular con la comedia ¿Qué hacemos con la abuela? y a sus 90 años decidió aprender turco para este papel). Finalmente, es el nieto quien sabe tratar a su manera a ese ser humano frágil y perdido. El único que le acompaña en sus paseos y en las miradas. Película muy buena, un poco triste y desasosegante, pero necesaria.

domingo, 21 de junio de 2009

Un hombre en la oscuridad

"No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo, mundos y antimundos, mundos y sombras de mundos, y cada uno de ellos lo sueña, lo imagina o lo escribe alguien en otro mundo. Cada mundo es la creación mental de un individuo". Paul Auster (New Jersey, 1947) es uno de los escritores estadounidenses más interesantes, con atmósferas y personajes que miran con lupa al hombre contemporáneo. Esta novela nos cuenta la historia de August Brill, un crítico literario que ha sufrido un accidente y se recupera en casa de su hija y su nieta. No puede dormir y en mitad de la noche imagina a un héroe literario, Owen Brick, un hombre que despierta en un agujero y descubre que es un soldado en una guerra civil en la dividida sociedad norteamericana en donde el destino está en manos de mentes caprichosas. Y con una misión: matar a un tal Brill, que es el que tiene la culpa de todo. Lo decepcionante que es la vida y, a pesar de ello, el deseo de intentar ser felices. Un hombre maduro que cuenta su vida a su nieta. La literatura como escape de los sinsabores cotidianos. Paralelismos en las vidas presentes y pasadas, reales y ficticias. "La historia trata de un hombre que debe matar a la persona que lo ha creado".

miércoles, 17 de junio de 2009

Venecia

Entrar en Venecia en barco por el Canale della Giudecca y contemplar una ciudad que flota en el agua es una de las sensaciones más fascinantes que se pueden tener. Visitamos el Palacio Ducal (gótico, 1340) que además de ser palacio de justicia fue también prisión (el Puente de los Suspiros llevaba a los presos a las celdas, de ahí el nombre). Son elegantísimos el salón del Colegio (pinturas de Veronés), el salón del Senado (cuadros de Tiépolo) y es espectacular la sala del Consejo Mayor (55 metros de largo y 25 de ancho por 16 de alto, sin una sola columna, una pintura espectacular de Tintoretto en el techo). Las ventanas son de estilo flamígero veneciano. La basílica de San Marcos es una joya decorada con mármol y mosaicos, en el siglo XI se inicia el aspecto de ahora. Después de tanta historia nos fuimos al café Florian, que es el más antiguo de la ciudad (data de 1720) donde nos tomamos un capuccino sintiéndonos bohemios. Paseamos por el punte de Rialto, por las tiendecitas de cristal de murano y entramos en iglesias. En una vimos el cuerpo incorrupto de Santa Lucía, tal cual. El puente de la Constitución (2008) nos sacó de la magia y nos adentró en el continente, en el aeropuerto y en la realidad. La brisa del Mediterráneo ha dejado huella en nuestra piel.

martes, 16 de junio de 2009

Dubrovnik

Y cambiamos el mar Egeo por el mar Adriático, donde nos esperaba la maravillosa Dubrovnik, en Croacia, ciudad rodeada de murallas, a las que se puede subir y contemplar unas vistas del Mediterráneo deliciosas y desde donde te haces una idea de lo que hay en la ciudad (y se ve el islote de Lokrum). Tiene unos 43.000 habitantes, pero lo que hay que ver se concentra en el cogollo de las murallas: entras por la puerta de Pile y ves la fuente de Onofre (1483, donde se lavaba todo el mundo que entraba a la ciudad), frente al monasterio de los franciscanos. Una vez que coges la calle Stradum, enlosada, medieval, como si fuera el decorado de un plató de época, llegas hasta la columna de Orlando (1417) y al Palacio del Rector. Allí está el puerto. Bueno, pues lo divertido es salirse de la calle principal y buscar callejuelas, escalinatas, rincones, iglesias, ventanas, tiendas. Había un mercadillo donde compramos cáscara de naranja azucarada y esencia de lavanda envuelta en tela para los armarios. Visitamos la catedral barroca y contemplamos la Torre del reloj, del siglo XV que tiene dos figuras en bronce que dan las campanadas. Nos compramos un enorme helado a 1,50 euros (se puede pagar todo en euros, lo aceptan encantados). A principio de los 90 era una ciudad en guerra, hoy es un entorno amable para pasear.

lunes, 15 de junio de 2009

Santorini

Esta isla sufrió en el año 1630 a.C. un curioso fenómeno geológico: erupción volcánica y terremoto, lo que hizo que la isla se partiera en dos y se hundiera una de las dos mitades, por eso tiene forma de media luna. Los venecianos la llamaron Santorini pero para los griegos es Fira. Un autobús nos lleva hasta Ia, una bellísima ciudad de casas blancas en la cima de lo que sería el borde del volcán: tiene 50 iglesias, castillo (dicen que unas puestas de sol maravillosas) y venden pistachos. Luego disfrutamos de Santorini, esa ciudad de casas blancas encaladas, con puertas y cúpulas azul cielo que se alza en ese mismo borde alto que tiene la isla, por lo que el acceso hasta el puerto es en funicular, en burro o caminando los 600 escalones. Tiene una catedral ortodoxa y otra católica, es típico un vino dulce llamado vinsanto. Pero nuestras compras se centraron en esponjas naturales, collares de piedras volcánicas y la cabecita de un ídolo cícladico en mármol blanco que es el tipo de arte que se hacía en el año 2400 a.C. En Santorini (o Fira) hay terrazas al borde del acantilado donde te puedes tomar un vino griego blanco con un plato de aceitunas negras y sentirte como un marajá. Hay 400 iglesias y puertas abiertas que conducen a la nada (al abismo del mar). En 1956 hubo un terremoto, se destruyeron el 80% de las casas. En fín, un lugar mágico y frágil.

domingo, 14 de junio de 2009

Rodas

Nuestra siguiente escala, la fascinante Rodas (ya estamos en las islas del Dodecaneso). Antes de conocer la capital, un autobús nos lleva a Lindos, que dista 56 kilómetros. Es un típico pueblo pesquero medieval, con calles empedradas y casas encaladas. En la acrópolis hay un templo de Atenea (y luego fortaleza de los caballeros de San Juan). Antes de subir las escaleras hay una escultura de un barco en una roca que es obra de Pitocritos (el autor de la Victoria de Samotracia), es un relieve del 180 a.C. La subida está llena de señoras que te venden manteles. En el pueblecito hay una iglesia con un museo. La leyenda dice que el famoso coloso de Rodas medía 31 metros y servía de faro en el muelle. Ahora lo que hay es una columna con un ciervo (la otra la están restaurando). La ciudad de Rodas ha sido dórica, romana, bizantina, han estado caballeros hospitalarios, otomanos e italianos. En sus edificios hay huellas de todo esto (el Palacio del Gran Maestre es del siglo XIV y fue restaurado por los italianos en 1940, tienen mosaicos romanos en sus suelos). La calle de los Caballeros, en cuesta, tiene unos palacios espectaculares y la calle Sócrates, mucho ambiente comercial. Hay mezquitas y en la Plaza Hipócrates, una fuente turca.

jueves, 11 de junio de 2009

Mykonos

Tal vez una de las islas griegas más populares. Llena de casitas blancas, capillas (dicen que 400), molinos, calles repletas de buganvillas y tabernitas donde tomar un café. También nos chocó mucho ver gatos echándose la siesta y unas tiendas de lujo con un glamour total. Nos gustaron mucho las casas con balcones de madera justo al borde del mar. Sin embargo, por lo visto, no se puso de moda hasta 1950, por su cercanía con la interesantísima isla de Delos donde hay restos de una ciudad de la época micénica, un periodo que abarcaría desde el siglo XVI a.C. hasta el año 67 a.C. donde una ocupación final de soldados acabaría con el esplendor de la isla. En Delos están el templo de Apolo y el templo de Artemisa (que eran hermanos y según la mitología nacieron allí), la casa de Dionisio, la casa de Hermes (con dos plantas), el templo de los egipcios y el ágora de los italianos. Hay un teatro, mosaicos (copias, los originales se pueden ver en el museo), un sistema de canalizaciones de agua y detalle de las tiendas y plazas públicas. Hay cinco leones en fila como protección de la isla (también réplicas, los buenos los vimos en el museo). Tanto Mykonos como Delos pertenecen a las íslas cícladas (unas 200), en mitad del mar Egeo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Delfos

A 177 kilómetros al norte de Atenas se halla el santuario de Delfos, lugar mágico de la antigüedad griega, situado en una ladera del monte Parnaso (de donde venían todas las musas). Allí se encontraba el famoso oráculo que no era otra cosa que una sacerdotisa custodiada por Pitón -una serpiente enorme- que tenía un ritual de escuchar y aconsejar a la gente. Por lo visto, verla entrar en una especie de trance pronunciando las palabras que Apolo le hacía llegar debía ser la repera. Desde el siglo VIII a.C. el lugar ya estaba dedicado a este dios (dicen que allí salían unos vapores sagrados que mareaban a las cabras) con lo que las peregrinaciones fueron la causa de la construcción de una Vía Sacra, del tesoro de Sifnos (525 a.C., jónico) y del tesoro de los Atenienses (490 a.C.). Del templo la verdad es que sólo quedan seis columnas dóricas reconstruídas, pero te haces la idea. Luego subes hasta el teatro (5000 espectadores) y el estadio (7000). Entre bosques de abetos, encinas, olivos y retamas, el paisaje es verdaderamente idílico. Luego se visita el museo, donde se pueden comprobar maravillas como el Auriga de Delfos, bronce del siglo V a.C., sonsteniendo la cuerda del carro de caballos. Comimos en una taberna donde nos dieron queso frito y arroz envuelto en hoja de parra y pasamos por Aráhova, un pintoresco pueblo en escalera.

martes, 9 de junio de 2009

Atenas

Nuestro viaje comenzó con cuatro maravillosos días en Atenas. Nos alojamos en un hotel cerca de la Plaza Omonia, con lo que los otros dos puntos céntricos de la ciudad (Monastiraki y Sintagma) los hicimos caminando. Visitamos la Acrópolis (el Partenón, las Cariátides, el odeón, el teatro, los Propileos), entramos en iglesias bizantinas pequeñitas, en la catedral del s. XIX y al lado en la pequeña catedral del s. XII, recorrimos el Ágora griega con su monumental templo de Teseo y su museo en la espectacular Stoá de Atalo, el Museo Arqueológico Nacional con obras de arte únicas -ídolos cicládicos, pinturas murales del 1500 a.C., cuerpos humanos de bronce y mármol-, nos acercamos hasta El Pireo en metro para contemplar el mar y comer pescado, y paseamos por el mercado de la calle Athinas lleno de puestos de carne, pescado, verduras, frutos secos y especias. La noche estaba repleta de posibilidades de cenar tanto en Plaka (jardines al aire libre debajo de parras y albaricoques) como en el barrio de Exarhia, donde en Rozalia te sirven mezedes (entrantes para elegir, por ejemplo el tzatztiki -yogur con pepino y ajo-) y una deliciosa musaka (carne picada, berenjenas, patata y bechamel). Bebimos úzo (parecido al anís), vino blanco, y nos sentamos en terrazas a tomar capuccinos fredos que es lo que bebía todo el mundo.